martes, 22 de marzo de 2011
Llego oficialmente el Otoño
martes, 8 de marzo de 2011
Zambullirnos de cabeza
No nacemos como una mujer,
sábado, 5 de marzo de 2011
El baúl de la Esperanza
miércoles, 2 de marzo de 2011
Restaurar la serenidad
"LLego el momento de dejar de asociar la serenidad con las cosas que no se pueden modificar. Podemos cambiar espectacularmente la calidad de nuestra existencia y a la vez restaurar conscientemente la serenidad de nuestros empeños diarios... ¿Cómo conseguir eso exactamente en nuestras vidas?" (Ban Breathnach) Cuando consigamos dejar de comportarnos como si fuesemos calesitas.
Para muchas de nosotros, el día tendría que tener al menos un par de horas más. O quizás... varias actividades menos. Y concentrarnos en cada una de ellas. Desde lavarnos los dientes, desayunar con nuestros hijos, llevarlos al colegio, cada una de las tareas de nuestro trabajo diario debería tener nuestra total atención.
Vuelvo a la imagen de una calesita en movimiento, tan parecida a varios de mis días a la semana. Una calesita gira sin parar, sobre un eje que no le es propio (sino, no giraría), sin tocar jamás el piso, y sin llegar a ningún lado... ¿No son así los días en los que tenemos tantas actividades que ya no disfrutamos de ninguna? Nuestro ritmo acelerado ha hecho que querramos clonarnos, ya que deberíamos ser varias mas "yo" para cumplir a veces con nuestras agendas. Y lo que es peor, los niños ya sienten esta aceleración del tiempo. Las vacaciones parecen demasiado cortas (a mi de chica me parecían larguísimas...). Los fines de semana simplemente vuelan. Muchas veces se nos escapa el tiempo como arena entre los dedos, sin disfrutar de lo que estamos haciendo, listos para ir hacia el próximo item en nuestra agenda.
Cuando logramos ajustar nuestro reloj interno, podemos enfocarnos en el tiempo presente. Vivir cada momento de nuestro día. Elegir apagar la música en el auto para charlar con nuestros hijos, siendo conscientes que cada momento compartido es un lujo, así estemos discutiendo. Comer en familia, no para enseñar buenos modales, sino para disfrutar de nuestra mutua compañía. Apagar la tele. No contestar el teléfono. No manejar haciendo esas llamadas "impostergables". En definitiva, no "aprovechar" el tiempo que decidí dedicar a una actividad para hacer otra.
La serenidad llega de la mano de la toma de decisiones. Decido cómo ocupar mi día. Decido cuántas actividades puedo realmente abarcar brindandoles mi completa atención. Elijo dejar pasar aquellas invitaciones por más tentadoras que sean, si es que me van a hacer dar vueltas aún más en falso, aún más ligero. Me pregunto: ¿por qué elijo hacer esta actividad? Muchas veces, la respuesta viene no del Alma, sino del Ego. El Ego que necesita que lo miren, que lo quieran, que lo inviten, ser conocido, importante, participar, ser parte de... Si hacemos lugar a las respuestas desde nuestra Alma, nuestras agendas empiezan a tener blancos. Nuestros celulares ya no suenan sin cesar. Ya no tenemos mensajes de voz que no tenemos tiempo de escuchar, pensando "si es importante, vuelve a llamar". Simplemente, dejamos de ocuparnos... y empezamos a disfrutarnos. Uno mismo. Y al otro. Porque puedo brindarme entera/o.
Ban Breathnach nos dice que para la mayoría de nosotras, mujeres de hoy, esto suena ridículo. ¿Cómo vamos a lograr hacerlo todo, si no lo hacemos todo a la vez? Responde "te aseguro que conseguirás hacer con mucha mayor facilidad, eficiencia, placer y satisfacción todo lo que te propongas -y todo cuanto necesites hacer- en cuanto logres armonizar mente, cuerpo y espíritu con la tarea que estés llevando a cabo. De este modo experimentarás la serenidad."
¿Cómo vamos a lograr hacerlo todo, si no lo hacemos a la vez? Como una adicta a la actividad, en lenta recuperación, me respondo quizás la pregunta de mi vida. No lo voy a hacer. No se puede hacer todo. No se puede aprender todo a la vez. No se puede estar en dos lugares al mismo tiempo, por más que pisemos los aceleradores externos e internos. A veces, hay que decir (y decirnos) que NO. Cuesta, lo se. Es difícil dejar pasar oportunidades pensando que no van a volver. Pero si confiamos, si verdaderamente confiamos, sabremos que lo que verdaderamente es bueno para mí, va a volver a cruzarse en mi camino. Y si no, no merecía dar vueltas como loca sin llegar a ningun lado. De chica, me fascinaba dar vueltas y mas vueltas en la calesita, esperando agarrar la sortija que prometía no parar nunca. De adulta, al comando de mi propia vida y (por ahora) la de mis hijos, elijo bajarme de mi caballo blanco preferido, y pisar firmemente la tierra. Y mirar detenidamente donde quiero poner mi limitada energía, hoy.